AQUI TOKIO – AQUI BS AS, por Ana Amorosino
TOKIO
La maquina –lo pulcro –lo perfecto –el brillo –el metal
El reflejo.
Sin huellas
Los Hombres?
Sombras –dormidos
Sueñan? Que historias tienen?
Se desplazan velozmente por la ciudad - sostienen la ciudad con su movimiento- miles que no se tocan, sin ruido ¿donde van?
Por que no veo huellas, porque no veo el deterioro?
Que se da a ver?
Por que no se ve el paso del tiempo? Todo nuevo todo hoy
Los transportes perfectos, limpísimos, sin uso
Que es esta limpieza? ¿quien limpia la ciudad?
Que limpian ¡! La guerra?
Silencio
La maquina de la soledad.
Las estaciones de tren
Las estaciones del año
La comida-el recipiente -el envoltorio -el juego de colores -, la idea de salud ,la longevidad - el sexo
La distancia –la falta de contacto
Japonizarse.
La vida estetizada al máximo
La seducción
BUENOS AIRES
Una ciudad marcada –descuidada-escrachada
Un mundo de imágenes de cartón.
Calles llenas de elementos carteles escritos graffiti
La gente en las veredas cruzándose tocándose atropellándose
El ruido-mucho ruido
Los contrastes
Los agujeros la basura lo roto
Los deshechos , los restos ala vista. Todo se da a ver
La desproporción
La desmesura
( son solo algunos Barrios los quedan al margen del ruido visual-sonoro, acomodados por el dinero o por la lejanía con el centro de la ciudad.
Win Wenders en Tokio Ga
Tokio era como un sueño y hoy mis imágenes parecen inventadas, como cuando al cavo de mucho tiempo te encuentras con un trozo de papel en el que habías descrito un sueño con las primeras luces del alba y lo relees y con asombro no te suena a nada, como si fuera el sueño de otra persona
Busca en el Tokio lo que Ozu dio a ver en sus películas el momento de autenticidad momentos de verdad, una verdad de largo alcance.
Tokio-BA. Paisaje de artista, por Juan Fernando García
Para quienes nunca hemos visitado Japón, la literatura ha sido una vía de exploración intensa: lo es la poesía, la sabiduría de los haikus; lecturas de Tanizaki, Kawabata, Mishima; los más contemporáneos: Banana Yoshimoto y Murakami amalgamando una tradición. La literatura, como una fotografía es una mirada. Y la mirada de occidente sobre oriente (¡es que leemos en traducciones sospechables!) además de extranjera es exótica. Del lado del misterio, siempre Japón.
¿Es posible captar si no la experiencia, la sensación del vacío en la brutal urbanidad?
Si pensara que las fotos de Ana Amorosino componen una melodía que va de Tokio a Buenos Aires, como turista de ambos márgenes, seguramente sería infiel a lo que mi ojo percibe. Porque en las fotos también está el desconcierto: esos brillos de lo nuevo, sin mácula; esas miradas perdidas en su fijeza; esos edificios monumentales que delinean un espacio ficcional. No los templos, no los montes ni la sutileza del cerezo en flor. Del lado de acá, lo conocido, pero en el recorte que la flaneusse realiza y destaca al obturar. Otra extranjería.
Pura mirada de artista. Búsqueda de huellas, como las que aparecen casi como una obsesión en sus dibujos y pinturas. Lo que resulta y no es, el azar de las combinatorias. He allí Tokio, la modernidad exacerbada.
He allí, y aquí, el vacío, o cierta forma del vacío. De la estetización desmesurada, a las ruinas de un paisaje que siempre está desmoronándose. Entonces, las fotos de Ana tienen ese plus que no es paralelismo sino pura diferencia. La artista, no la cronista de los días, nos invita a un diálogo con la experiencia. Tokio-Buenos Aires.
Periódico Página 12 - 24 de agosto de 2007, por Verónica Gago
Tokio era como un sueño y hoy mis imágenes parecen inventadas como cuando al cabo de mucho tiempo te encontrás con un trozo de papel en el que habías escrito un sueño con las primeras luces del alba y con asombro no te suena a nada, como si fuera el sueño de otra persona.” Con estas palabras, el director de cine alemán Wim Wenders narró la extrañeza que sintió frente a las imágenes que él mismo había intentado capturar de la capital japonesa para su película Tokio Ga (1985). Sobre esa misma extrañeza, y prologada por esa misma cita, se monta la muestra fotográfica de Ana Amorosino, titulada –para prolongar la complicidad con aquel cineasta– Tokio/BA, estéticas urbanas. En estas imágenes, la perplejidad toma la forma de díptico y Buenos Aires resulta dislocada por las escenas japonesas, en un juego extraño de semejanzas imposibles.
Buenos Aires
Tokio
Tokio desconcierta al viajero y a la viajera. Arrastra a la pulsión fotográfica –más propia del turista– en el afán de querer comprender algo de esa ensoñación posmoderna. Sin embargo, como reza cierta sabiduría nómada, el viaje comienza cuando se regresa al lugar propio. Un lugar corroído ya por un sentimiento de lo impropio, de lo expropiado sin retorno, de lo irreconocible a pesar de su familiaridad. “Me pasó que cuando revelé las fotos me desconcertó lo que vi: yo misma, acostumbrada a trabajar sobre un registro fotográfico que se detiene en el detalle mínimo, había quedado atrapada fotografiando las formas perfectas que las vidrieras, los lugares de tránsito y lo urbano mismo logra en Tokio. ¡Además había sacado más de mil fotos!”, relata Amorosino. Sus trabajos anteriores –fotos, fotos devenidas pinturas, y dibujos– dejaban ver texturas microscópicas, detrás de las cuales se escondían –de manera insospechada– hebras de té, claras de huevo, o gelatinas: elementos orgánicos desnaturalizados de su función que se convertían en tramas infinitesimales. Buenos Aires
Tokio
Tras el viaje a Japón –en el verano pasado–, la fotógrafa percibe una idea de lo sublime llevado a la forma y que brilla en cada detalle de aquella ciudad. “La comida-el recipiente-el envoltorio-el juego de colores-la idea de salud-la longevidad-el sexo / La distancia-la falta de contacto / La máquina de la soledad. Japonizarse / La vida estetizada al máximo”, escribe Amorosino en el texto, casi telegráfico, que acompañan sus fotos, como insistentes flashes que asisten a la percepción de las imágenes.
Psicoanalista de formación, Amorosino confiesa haber cultivado desde siempre una atracción por Japón. “Lacan ya comentaba el snobismo japonés, una suerte de obsesión por la perfección.” Algún otro filósofo, de hecho, también ha subrayado que los japoneses son capaces de regir su vida por valores completamente formalizados y que en ese sentido podría hablarse de la “japonización” de algunos países occidentales. Hay otro viajero conmovido por la experiencia del Oriente japonés que ha signado la fascinación y desesperación que destilan las imágenes de Tokio/BA. Fue Roland Barthes quien le dedicó un libro completo –El imperio de los signos– a un Japón que lo deslumbró como superficie infinita de signos, no siempre enlazados con significados: “Fijar una cita (por gestos, dibujos, nombres propios) lleva sin duda una hora, pero durante esa hora, para un mensaje que se habría resuelto en un instante si hubiera sido hablado (a la vez totalmente esencial e insignificante), lo que se conoce, se degusta, se recibe, es todo el cuerpo del otro, y es él quien ha desplegado (sin un verdadero fin) su propio relato, su propio texto”. Sin embargo, Amorosino intenta fotografiar –dice– algo de un malestar invisible, casi sordo, que se mueve entre un pasado milenario y un futurismo a la medida de la ciencia ficción: “Estando en Tokio, todo el tiempo me preguntaba quiénes son los que la sueñan futurista y técnica y quiénes son los que hacen el trabajo para que esté todo nuevo, todo limpio y todo hoy a cada momento, a cada paso. Le pregunté a un crítico de cine japonés y amigo: ‘¿Dónde están hoy los samurais?’. Y me respondió: ‘Están en las empresas –junto con los intelectuales–, y las conducen con la misma vehemencia con que defendían al imperio y al emperador’.”
Buenos Aires
Tokio
Tokio, una ciudad en la que parece imposible orientarse a simple vista, es a la vez un espacio límpido y despejado para todo movimiento. Esa paradoja es la que retratan también estas fotos: “La primera impresión es que es una ciudad sin huellas. Cualquier marca parece imposible gracias a una secuencia ininterrumpida que va entre lo pulcro y lo perfecto, en espacios de brillo y de metal, que sostienen a miles y miles que se cruzan sin tocarse. Las estaciones de tren y las estaciones del año se suceden con la misma exactitud”. ¿Entre atemporal y cronometrada? Algo de esa temporalidad extrañada parece ser la que proyecta el Tokio fotografiado.
“La idea de exponer en la avenida Corrientes, en un espacio artístico no tradicional y muy significativo en términos de la ciudad, es una forma de continuar esa relación inclasificable entre las imágenes de Buenos Aires y las de Tokio.” Las dos metrópolis conviven en sus asimetrías, pero también en llamativas correspondencias visuales. Sin embargo, el contraste se impone: “Buenos Aires es un sueño del que sólo salgo cuando viajo. ¿Estuve en Tokio o soñé estar en Tokio? Estaba y soñaba, se irrealizaba”, escribe la fotógrafa.
Buenos Aires
Tokio
Y es que el impacto de la vuelta hizo que su cámara registre una Buenos Aires con “imágenes de cartón”: “Los desechos, los restos a la vista; como una estética en la que todo se da a ver”.
Una mezcla en la que lo distinto se amontona, incluso se atropella: “La casa italiana-el chalet-el edificio con pizarra francesa-los modernos y posmodernos en la misma cuadra”. Pero allí también aparece la desproporción como vitalidad: “En las calles, el contacto y el choque visual y sonoro, ese que produce el choque de los cuerpos”.
Tokio/BA. Estéticas urbanas, en el Foro Gandhi, Av. Corrientes 1743, piso 1º. Lunes a viernes de 13 a 22, sábados y domingos de 18 a 22. Hasta el 7 de octubre.
Periódico Clarín, por Carolina Muzi, Martes 02 de octubre de 2007
CULTURA: UNA MUESTRA COMPARA DETALLES DE LAS DOS CIUDADES Cómo ver Tokio en plena Buenos Aires
BUENOS AIRES. CAOTICA, RUIDOSA, UNA TRAMA SATURADA. SIN EMBARGO, LA FOTOGRAFA DICE QUE AL VOLVER SU CIUDAD LE PROVOCABA LA MISMA EXTRAÑEZA QUE HABIA SENTIDO EN JAPON.
La ensoñación, los tiempos oníricos, la burbuja plácida, ese apacible andar en ascuas que provoca la incomunicación... la distancia que impone un lugar tan exótico y a la vez tan amable con el foráneo como es Tokio se han cobrado otra víctima: Ana Amorosino, psicoanalista y artista plástica, quien luego de visitar la capital nipona se encontró con que las calles de Buenos Aires también le provocaban una intensa extrañeza.
Así nació Tokio/BA, la muestra fotográfica que se expone en el Foro Gandhi, Corrientes 1743, hasta el domingo. Allí, Amorosino contrapuso imágenes de ambas estéticas urbanas, titulada con un guiño a otra víctima del mismo efecto, que terminó plasmado en una película: hablamos de Tokio GA, de Wim Wenders (1985).
A contrapelo de lo que muchos imaginan, el impacto que le produjo Tokio a Amorosino no tuvo nada que ver con el cansancio ni con la saturación: "Sólo la sensación -comenta- de que allá necesitaba dos veces el mismo tiempo. Es que sucumbí a ese sentido de armonía que hay en todo, a una idea de perfección que subyace y también está en los fragmentos... Yo creo que no elegí qué fotografiar, las imágenes me tomaron, la cámara me servía para poder ver ", cuenta Ana.
Si Buenos Aires se ve caótica, ruidosa, un surtido de imaginarios, pura trama atiborrada, en Tokio más que las tramas lucen las superficies: en el acero de un tacho de basura que parece un quirófano de limpio, en el collage gráfico que conforman los expendedores de bebidas, en los materiales mezclados en los frentes de las casas, hasta en los rostros tersos de los peatones.
Entre las cosas que más impactaron a la artista estuvo el movimiento de la gente, cómo se desplazan sin chocarse ni rozarse. "Se deslizan, mientras que nosotros nos trabamos todo el tiempo". "Es como si se transportaran en alfombra mágica", comenta Amorosino, una sensación que el arquitecto nipón Toyo Ito usó para definir tan bien qué es el espacio urbano en Tokio: "Es la estela que se dibuja entre los transeúntes".